Advertencia: Esto es solo un juego de palabras.
‘Llámame por tu nombre’ le dice, ‘llámame por tu nombre y aprópiate del mío mientras yo me apropio del tuyo. Llámame por tu nombre y bautízame. Llámame por tu nombre y has de mí un renacer. Llámame por tu nombre, yo te llamaré por el mío, consagrados seamos bajo la palabra del otro, la palabra que nos indica quiénes somos y a quién le pertenecemos. Llámame por tu nombre y así yo soy tu, tu eres yo, somos ambos, somos uno en cuerpo de dos.’
‘Te llamaré por mi nombre pero llámame por el tuyo para que no te olvides de ti’, le contesta.
Hace poco vi una película, ‘Llámame por tu nombre’ se llama.
Un habla incesante sobre la dualidad abundante y vital que anima al mundo, que por consiguiente nos anima a nosotros. Una contraposición de contrarios adictos al otro y a sí mismos. Que duela igual que como se siente el amor. Que ame igual que como se siente el dolor, la angustia, el olvido, el apego.
El dolor es tajante, carcome por dentro, incinera todo pero deja sus cenizas para que recuerdes. Arde por dentro, arde por fuera. Ciega y ahoga. Pero igual es el amor, incita desde dentro, consume, comparte, asfixia y completa. Completitud como una palabra, una que adopta como significado y significante lo que fue y será. Amor que duela, dolor que ame.
Llámame por tu nombre, te llamaré por el mío
Que invisiblemente te estruja por dentro, te dobla los huesos, te desprenda la piel, te inunda con tus propias aguas que intoxicadas estuvieron y adictivas se convirtieron. Que sientes que te derrites, que desaparecerte sería más fácil, que perder la conciencia la mejor solución. Un amor que duele es un dolor que ama. Un amor que duele, llámale por el nombre que quieras, un amor que duele es la vida y es el amor a esa vida el dolor que camina.
Un amor sin rostro, reconocible con ceguera
Hace poco vi una película, ‘Llámame por tu nombre’ se llama.
O se llamó.
Todas las fotografías son originales. Técnica análoga.