John Berger en Para entender la fotografía – sobre la memoria colectiva

un ensayo…

presentando unas reflexiones a partir del libro de John Berger «Para entender la fotografía»


Memoria como capacidad de evocar el recuerdo 

Colectivo como grupo de individuos en función de sociedad

Recuerdo como vestigio del pasado

Sociedad como cuerpo masivo del individuo

Para entender la fotografía es necesaria la curiosidad por conocerlo todo.

Berger, en su libro Para entender la fotografía, evoca un proverbio árabe que habla sobre lo ineficiente que sería entrar a un paraíso sin gente. Hace algo similar al ejercicio de imaginar un hombre solo en una isla desierta, como si el Edén estuviera vacío para Adán o para Eva. En un escenario como ese, la reina del lugar sería la demencia aunque no tendría ningún nombre por la falta de cómplices para corroborar. Aquel en soledad comenzaría por imaginar compañía o alguna voz imaginaria hablándole al oído llevándolo a desdibujar lo límites definitorios entre su cuerpo y lo imaginado. Su realidad, como todas (que no sabemos si existirían), sería relativa aunque sin la necesidad del consenso, pues no habría nadie para consensuarlo.  

Es difícil imaginar un paraíso considerando que ya no estamos preparados para volver (Berger, 2013), o mejor dicho, siempre estuvimos destinados a salir de él; y para culpar, solo tenemos a la curiosidad, que redundante y curiosamente es la condicionante de la fotografía. El retorno es imposible pues hemos absorbido la conciencia del tiempo (Berger, 2013); he ahí el segundo elemento sine que non de la fotografía.

Es la ventana para asomarnos al paraíso del pasado, de lo estático y lo incuestionable porque ya sucedió, de lo incambiable, lo inevitable, lo irreparable y lo que está para olvidarse. La fotografía nos recuerda que somos humanos por la misma conciencia del paso del tiempo (Berger, 2013) que nos sacó del Edén. Fotografiamos para recordar hasta que nosotros seamos olvidados, o por el contrario, recordados por nuestras fotografías.

Constantemente y por determinantes de la lengua, se le describe de la misma manera: como aquello capaz de atrapar un momento y hacer que perdure por siempre, forever, toujours, immer (Berger, 2013). Berger lo pone así: “Cada fotografía es, en realidad, un medio de comprobación, de confirmación y de construcción de una visión total de la realidad» (Berger, 2013). Yo lo pongo así: se trata de un medio competente para congelar un momento por tiempo indeterminado pero de una forma externa a aquel o aquellos que lo vivieron, es retenido por un tercer elemento que tiene una capacidad potencial de sustituir a la memoria. 

En Para entender la fotografía, Berger rechaza la propuesta de Proust sobre la fotografía como memoria colectiva, encuentra su distinción en que “a diferencia de la memoria, las fotografías no conservan en sí mismas significado alguno»(Berger, 2013). Las denomina como instantes inconexos que, sin la experiencia del observador, no podrían tener ningún contexto o significado. Lo que se sostiene es que las fotografías fungen como meros significantes de sucesos desconectados entre las propias imágenes y los observadores como individuos y colectivo.  

Pero ahora retomemos los primeros párrafos de este ensayo y pensemos que si nosotros, siendo completamente ajenos a todo culto con referencia bíblica, observáramos una representación del Edén, posiblemente seríamos capaces de imaginar una memoria y una interpretación que colocaran ese momento dentro de ella. Y cuando miráramos representaciones similares, la imagen funcionaría como un detonante para la memoria, regresándonos a aquel día que decidimos imaginar un recuerdo. Se propone a la fotografía como la  herramienta y oportunidad de crear la memoria a partir de hechos imaginarios, que resulta la única manera en la que Iván Istochnikov y Kokla (Referencia al proyecto fotográfico Sputnik (1997) del fotógrafo Joan Fontcuberta) pudieron ir al espacio.

Lo que posiblemente estarán pensando es (probablemente lo mismo que contestaría Berger al argumento anterior) “vemos que comparar una obra de la imaginación con un arma supone recurrir a una metáfora peligrosa e inverosímil»(Berger, 2013). A lo que yo contesto, sí, efectivamente lo es. La imagen tiene tal poder de persuasión que es suficiente para engañar a la mente. Pero ella también puede hacerlo de regreso e imaginar su propia memoria que,  a diferencia de todas las otras cosas que conforman nuestra identidad, es decisión nuestra. 


 Berger, John. Para entender la fotografía (2013). Editorial Gustavo Gili. Edición de Kindle (Gg Fotografía) (Spanish Edition).