Las paredes se construyen en ángulos rectos, 90º partiendo del suelo. Las paredes delimitan los espacios. Y cuando se unen las mentes, los límites se fortalecen dando inicio a un proceso de modelado y reestructuración mental.
Mi estancia como estudiante en el ITAM fue delimitada por un margen de seis meses; tiempo que me tomo entender que los muros a construír no iban a erguir una Torre de Babel que me lleváse al cielo.
El caminito a la escuela se vio modificado.
Habían señales. Evidentemente no les puse mucha atención.
Para empezar: la clase de 7:00 era un poquito complicada (solo un poquito).
A pocos alumnos les gustaba.
Muchos de ellos tenían mala postura debido a la escasez de sillas que sufría la Plaza Roja (la plaza central del campus).
Los pasillos eran muy angostos, o tal vez todas las clases terminaban a la misma hora.
Los proyectores tendían a dejar letras tatuadas en la piel.
Pero también debo admitir que algunas clases eran bastante buenas.
Al profesor Mansur no le gustaban las fotos.
Y curiosamente los espacios podían llegar a ser algo contrastantes.
También las personas.
Habían pasadizos secretos.
Ah, y también un bote de basura, ese, aquel que esta en el piso más alto del estacionamiento. Ese en donde todo acabó.
Excelentes fotografías y buena abstracción de los contrastes innerentes al ITAM.